De Eru es obra la Llama Imperecedera. En su pensamiento se formaron las almas, y de allí nació la vida. Y los espíritus eran encendidos con esta llama. Y como Melkor descubrió, no podía concebirse vida sin su permiso. Desdeluego, Eru no había oído hablar del espíritu del código libre cuando creara la Llama Imperecedera.
Sin embargo, el vala Aüle quería también quiso crear vida, y abandonó Aman en secreto para moldear a los Siete padres de los Enanos. El Herrero era consciente de que su concepción estaba fuera de los planes del Único; pero perseveró e hizo a sus hijos fuertes, como la tierra de la que procedían.
Pero Eru lo sabía todo y amonestó severamente al vala por crear vida sin su autoridad. Aüle le explicó humildemente que no buscaba poder sobre sus creaciones, sino más bien expresar toda la creatividad e inquietudes que atesoraba dentro. Este sentimiento conmovió a Eru y le perdonó, pero la llegada de los enanos al mundo esperaría hasta que Eru así lo decidiera. Pues eran los elfos quienes estaban destinados a ser los Primeros Nacidos. Despertarían en Cuiviénen, en el este de Tierra Media, poco después de que Aüle volviera a Aman.
Y ya iba siendo hora de que los valar acabaran con la Oscuridad. Así que Yavanna bendijo un túmulo verde. Del túmulo surgieron las raíces de los Dos Árboles, regadas por las lágrimas de Nienna. Y de su florecimiento surgió la luz, que bañó el mundo de nuevo con una cálida iluminación.
Uno de los Dos Árboles, Telperion, brillaba plateado, con el color del dorso de sus hojas tintadas de un verde profundo. Laurelin, su compañero, tenía hojas de color verde primaveral, con bordes dorados, y desprendía una radiación dorada. Unidos, iluminaban Arda.
En el despertar de los elfos muchos de ellos se perdieron, capturados o seducidos por las demoníacas intrigas de Melkor, que mediante la tortura y las artes Arcanas los transformó en una nueva raza: los orcos. Aunque el Enemigo Negro no podía crear vida de la nada, podía pervertir a los que ya habían recibido un espíritu. Es lo que se vulgarmente se conoce en magia como Interpretar, y se le atribuye a Melkor.
Los valar percibieron la gravedad del peligro y decidieron combatir a su hermano rebelde.
Finalmente, Tulkas luchó contra Morgoth y le encadenó con Angainor, la obra maestra de Aüle. Y la batalla de los Poderes finalizó con la victoria de los valar. Manwë juzgó a Morgoth (el Enemigo Negro, como le llamaban los elfos), y le condenó. Y le hizo encarcelar en los inexpugnables Salones de Mandos.
Mucho se ha discrepado también en retirados y subrepticios círculos sobre el origen de los orcos. Y que no fueron obra de Melkor sino también de Eru. Parece ser que al Único no le salió a la primera lo de insuflar el alma en sus creaciones. Pues sépase que los elfos carecen de alma, y realmente los valar también, pues el alma es algo incompatible con la inmortalidad terrenal. Por esa razón el destino de los elfos está en las Estancias de Mandos, para volver a reencarnarse de nuevo en otro elfo cuando el vala así lo cree oportuno. Mientras que del destino de los Hombres nada se sabe, y parece que tienen más que ver con el propio Eru. Aunque hay mucha controversia incluso entre el propio legado que Melkor dejara en secreto. En fin, que parece que Morgoth, simplemente acojió y protegió a los orcos, ya que Eru, los despreció y quisó exterminarlos para ocultar su error. Pero como defienden algunos eruditos, esto es la palabra de Melkor contra la de los valar. O contra la de los Eldar, realmente, como asegura el Priorato de Löe, aunque esto ya es otra historia que aquí no debe ser narrada...
Morgoth permaneció en los salones de Mandos durante tres edades. Y durante todo ese tiempo suplicó el perdón.
Finalmente Manwë escuchó sus incesantes lamentos, pues parecía realmente arrepentido.
Poco después del regreso de Morgoth, el elfo noldo Fëanor, hijo mayor de Finwë (uno de los reyes elfos que viajó a Aman), creó los Silmarils. Eran indudablemente la mayor obra creada nunca por un hijo de Eru. Estas tres gemas, que contenían la eterna luz extraída de los Dos Árboles, ardían con el brillo de su propio espíritu. Su belleza no tenía parangón en el reino de los objetos materiales.
El deseo de Morgoth por esas piedras preciosas le condujo a su segunda rebelión. Sembró las semillas de la discordia entre los noldor con la esperanza de hacer dudar a los primeros nacidos de su lealtad a los valar. Con esa intriga, planeaba apropiarse de estos poderosos objetos.
Y es la maldición de los noldor, jalonada de controversias por excelencia, la que más inquietudes causa entre ciertos sectores, y cuyo secreto guarda celosamente el Priorato de Löe. Y como se imaginan, esto también es otra historia; aunque en este caso puedo remitirles aquí para que puedan profundizar en ella. Y espero que les haga reflexionar sobre lo que la historia nos cuenta y lo que realmente pudo ocurrir.
Ante la insana malicia y la pueril abaricia del Enemigo Oscuro y siempre inquieto e intrigante Morgoth, los noldor pidieron ayuda a los valar, y el Enemigo Negro se vio nuevamente obligado a huir. Escapando hacia el sur de Valinor, hacia los yermos más meridionales de Aman, se encontró el Espíritu maldito el Vacío, la esencia de la No-Luz. Se llamaba Ungoliant, y este ominoso y nihilista ente, porque no se puede llamar de otra forma, era la encarnación de la Nada y estaba en contra de cualquier cosa que viviera. Morgoth, temiendo la naturaleza de Ungoliant y necesitando de un aliado, fue cultivando sus ansias y le prometió lo que ella más deseaba: la luz de los Dos Árboles y los Pozos de Arda.
De esta alianza surgieron hechos atroces, como no podía ser de otra forma. Morgoth y Ungoliant se deslizaron hacia Valinor y asaltaron los Dos Árboles. Envenenando las raíces de Telperion y Laurelin y bebiendo de los Pozos de Arda, Ungoliant sumió al mundo en la oscuridad una vez más. Y así empezó la Larga Noche, un tiempo de confusión, miedo y desconsuelo sin precedentes.
Aprovechando la coyuntura, Morgoth entró en la Tesorería de los noldor en Formenos y se apropió de los Silmarils. Finwë opuso resistencia y pagó con la muerte ante Morgoth por tal atrevimiento. Y mucho hay que escudriñar en la historia para encontrar un combate tan singular como este, y un hecho tan injusto y aciago. Principio de todos los males de los noldor.
Con sus manos ardiendo con el calor de las Tres Joyas, Morgoth llevó su botín hacia el norte. Oromë y Tulkas le persiguieron, pero quizás su demasiada obcecación por partirle la cabeza a Morgoth, o quizás porque Ungoliant le cubrió la retirada al Enemigo Negro mediante una No-Luz impenetrable, el caso es que volvía a escapar de los valar después de otra atrevida fechoría.
...de las interpretaciones de Melkor se puede extraer algo referente a este período. Algo sobre el impacto de meteoritos, que durante esta época debió castigar Arda, y que producían inviernos muy largos y períodos extensos de oscuridad... pero ninguna referencia a Ungolinat ni nada parecido se sustrae del llamado Legado de Melkor. Si bien es cierto, que bajo estas circustancias de polvo y oscuridad Melkor aprovechara para realizar ciertos actos, quizás abyectos a ojos de los valar... pero desdeluego parece que la muerte de los Dos Árboles y los períodos de oscuridad tuvieron más que ver con la caída de meteoritos que con la aparición repentina de una criatura de oscurdidad o las intrigas de Morgoth. En cualquier caso, ni Melkor lo aclara bien, ni se entiende bien si está explicado como toca... así que hay espacio para la polémica y las interpretaciones.